Tenía muchas ganas de comenzar a escribir en este blog, así que
para conmemorar mi “primera vez” en estas líneas he querido ir a
lo seguro y recomendar uno de mis rincones favoritos de la ciudad.
Hablo del bar La Roda, situado en la calle Arroyo esquina con
la calle Urquiza, el cual os recomiendo desde el primer momento en el
que empiezo esta crítica.
Sevilla es una ciudad tan de bares, que incluso alejados de las
zonas más turísticas, puedes encontrar calles y plazas que se
llenan de estos locales, los cuales abren unos al lado de otros
conformando un curioso mosaico de apetecibles opciones.Tal es el caso
del trozo de la calle Arroyo que va desde la esquina con José
Laguillo hasta Urquiza, al que me he atrevido a llamar “la acera de
la fritanga”, en la cual, exceptuando alguno de novedosa apertura
que aun no conozco, la mayor parte de los bares no ha cambiado nunca
su carta de solomillo al whisky y fritureo, que por su bajo precio se
abarrotan de personal hambriento en las horas puntas del papeo.
Pero entre este mar de baratos topicazos, La Roda se levanta como
un bastión inquebrantable del buen comer de los toda la vida. Los
más viejos de esta zona entre Santa Justa y María Auxiliadora saben
que en este bar de grandes y luminosas cristaleras tienen un valor
seguro y que no les defraudará. Su interior no puede ser más
sencillo, con su mostrador y sus mesas de siempre, que a veces se
abarrota fruto de su éxito ya conocido en el resto de la ciudad, al
igual que su terraza.
La última vez que disfrute de este bar fui a cenar con la familia e hicimos un recorrido por alguna de sus mejores tapas, las cuales
fueron regadas por unas cuantas Cruzampos bien fresquitas, y
acompañadas con el pan y los picos de Panadería Cordero, muy
famosos en Sevilla, y más que recomendables (hay que fijarse en los
detalles).
Lo primero en caer sobre nuestro paladar fueron unos taquitos de mero al limón muy finos y acompañados del correspondiente lechugueo que me gustaron bastante, y que sirvieron para abrir boca ante la llegada de dos montaditos bastante buenos, uno de gambas con ali oli y otro de lomo con jamón, hablamos de montaditos de los de siempre, con su tamaño adecuado, sin las pequeñeces de las cadenas de restaurantes con un número en el nombre (si, todos sabemos a cual me refiero), ni las monstruosidades de otros bares, que confunden el sagrado montadito con el no menos sacrosanto bocadillo.
Lo primero en caer sobre nuestro paladar fueron unos taquitos de mero al limón muy finos y acompañados del correspondiente lechugueo que me gustaron bastante, y que sirvieron para abrir boca ante la llegada de dos montaditos bastante buenos, uno de gambas con ali oli y otro de lomo con jamón, hablamos de montaditos de los de siempre, con su tamaño adecuado, sin las pequeñeces de las cadenas de restaurantes con un número en el nombre (si, todos sabemos a cual me refiero), ni las monstruosidades de otros bares, que confunden el sagrado montadito con el no menos sacrosanto bocadillo.
Tras este buen comienzo llegó una tapa de langostinos al ajillo que estaba buena pero algo sosa, y que quizá fue la más floja de todas las que pedimos, siendo sinceros no volvería a pedirla. Pero para disipar las dudas, llegó como agua de mayo un solomillo al whisky de los de verdad, y no de los que hablábamos antes, una tapa de carne en condiciones bien hecha y de buen sabor, que consistía en dos filetes muy ricos y muy tiernos acompañados de su habitual séquito de patatas, y de una salsita de esas que te hacer mirar de reojo buscando el pan.
Tras esto llegó la que es mi tapa preferida de todas las que aquí ofrecen, se trata de unas berenjenas con salmorejo y jamón que como se dice en esta ciudad “quitan el sentío”. Soy muy dado a probar esta misma combinación en algunos de los bares más famosos y señeros del casco histórico sevillano, pero para mi, la de este bar las supera con creces. La berenjenas están cortadas a tiras y rebozadas los justo para que estén doraditas y deliciosas, el salmorejo esta muy bueno y el jamón se agradece en lonchas y no en taquitos (opinión personal).
También pedimos una tapa de chipirón plancha que estaba muy buena, y unos taquitos de merluza que aunque prefiero el mero al limón, también nos dejaron bastante satisfechos, ya que estaban muy bien fritos y acompañados de su mayonesa correspondiente.
El trato del personal es muy bueno, las camareras son muy amables, y sirven bien. La comida llega en su justo momento, cuando ya está bien hecha, sin tardar pero sin volvernos locos, como en otros bares, donde te sirven tan rápido que te hace pensar si esta tapa no se encontraba ya lista y preparada en algún microondas furtivo dentro de la cocina desde hace horas. Los precios son bastante asequibles, las tapas van desde los 2,50€ a los 3,50€, habiendo también medias y raciones.
En definitiva, La Roda es uno de esos bares de toda la vida, un bar de barrio donde te sientes agusto y a salvo cuando las innovaciones gastronómicas no rondan por tu cabeza. Es ese primer lugar en el que piensas cuando vuelves de la playa y a la hora de almorzar el frigorífico está vacío, ese lugar que siempre ha estado ahí y donde empiezas a ver a la gente llegar en coche de otros rincones de la ciudad y te das cuenta de que justo al lado has tenido siempre un bar estupendo donde comer con los tuyos.
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